domingo, 3 de mayo de 2009

En la playa

En la playa la mañana era inmejorable. La sensación de placer era constante desde que había llegado a pasar una semana de vacaciones. La temperatura del aire en combinación con su suave brisa, producía en mi cuerpo una sensación que podía comparar a la que se siente cuando rozan tu piel con los dedos casi sin tocarte. Tendida en la arena blanca en aquella cala preciosa medio oculta y solitaria que el gerente del hotel me había recomendado, estaba medio dormida cuando llegastes. Te pusites delante de mi cerca de la orilla. Ya te había visto la noche anterior en la fiesta que dieron en el hotel como bienvenida, rondandome con tu mirada, y embriagandome con tu aroma y casi rozar mis labios al pasar por mi lado para dirigirte al otro lado del jardín.



Parecías dispuesto a provocarme sin rodeos, tocándote al tiempo que me mirabas al ponerte el aceite bronceador.
Pronto tomastes la iniciativa cambiando de posición en tu toalla quedando ahora cabeza hacia el mar y tus piernas hacia mi. Después de los primeros instantes en los que te tocabas por encima del bañador, cogiste una lata de cerveza, la abristes y la derramastes en tu bañador apartandolo con la otra mano para que la cerveza mojase directamente tu sexo, mostrándome claramente toda la operación. Me incorporo y después de recorrer con la mirada tu perfecto cuerpo, camino hacia la orilla, el agua esta deliciosamente templada. Recojo el líquido azul en el hueco de mis manos y me la echo por el pelo, desde donde baja por mi espalda, por mi vientre y por mi sexo. Voy sumergiéndome poco a poco en las cristalinas aguas. Estoy completamente húmeda, completamente mojada. Te levantas y vienes hacia mi, te metes en el agua, tus brazos se estiran para acercarlos hasta mi cintura y con suave pero enérgico movimiento me atraes hacia tí, un escalofrío exitante recorre todo mi cuerpo cuando te acercas y suavemente rozas mis labios deslizando tu boca por mis mejillas, para susurrarme en la oreja ¡¡¡Te deseo!!!. No dejas de acariciarme todo el cuerpo, cosa que me hace sentir muy excitada. Me aprietas un pecho bajo el agua y me rozas el pezón delicadamente con la yema de los dedos. Yo acaricio tu pene, rodeándola con la mano,tienes una gran erección, mis pezones también se han endurecido.



Tu mano baja hasta mi dulce sexo. Con el dedo índice inicias una serie de caricias circulares en torno a mi clítoris. Tengo que morderme el labio inferior para reprimir mis gemidos. Otro dedo más atrevido penetre entre mi tesoro, hundiéndose entre mis piernas. Al jugueton dedo se le une un segundo. Mi respiración se acelera más cuando me alzas y tu miembro duro empieza a penetrarme. Siento como avanza cada centímetro de esa bendita carne en mi, haciéndome ver las estrellas del placer que siento. Tus arremetidas son largas y lentas, haciéndome sufrir con tal dulce tormento. Mientras juegas conmigo a tu antojo, me susurras al oído obscenidades sobre mi cuerpo, lo caliente que te pongo. Mi primer orgasmo llega bruscamente, una corriente eléctrica que recorre toda mi columna bajando hasta mi sexo. No he podido evitar que mis jadeos escapasen de mi garganta compartiéndolos con toda la playa. Ahora tomo yo la iniciativa, y empiezo a subir y bajar mis caderas de forma elíptica cada vez más rápido aprovechando el ritmo de las olas. Ahora eres tu quien empieza a gemir, las tornas han cambiado y te hago sufrir porque no podrá durar mucho más, empiezo un movimiento giratorio y vibrante con la pelvis, con un ímpetu impropio de mí, de manera que froto mi clítoris contra la base de tus testículos cada vez que bajo. Las arremetidas se vuelven violentas. Mis pechos golpean una y otra vez la superficie del agua y tu me los agarras con desesperación desde atrás con tus manos. Entonces tu cuerpo se puso rígido, tu sexo palpita y crece aún más segundos antes de descargar su savia en mi rugiendo como un león en celo. Eso me hace llegar a mi fantástico segundo orgasmo, incluso mas intenso que el primero. Abro la boca poniendo los ojos en blanco, arqueando la espalda, y rompiendo los dos en tremendos gemidos. Recuperamos el aire de forma lenta y paulatina, parecemos dos peces que hubieran sacado del mar contra su voluntad. Me giro hacia ti, nos sonreímos y besamos tiernamente. Mientras nos dirigimos a las toallas, no paro de pensar en los juegos que nos aguardan y porque no, la prometedora semana de vacaciones.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente exquisito. Saludos

Javi dijo...

Sencillamente provocador el relato.
Una apartada playa, una mujer hermosa, los deseos que aparecen ante su visión y un encuentro teniendo por testigo el agua del mar...¡ que mayor placer se puede pedir...!!!

CAPERUCITA dijo...

La playa siempre hace soñar con encuentros deseados, se desborda el deseo sin llegar a comprender el por qué.